Leemos un interesante artículo en la revista digital Ellahoy sobre la costumbre de utilizar «glamourosas» pelucas durante los siglos XVII – XVIII, y de su «cara oculta»: ¡porque no era para nada habitual lavarlas!
Según explica el reportaje, Luis XIV (El Rey Sol) inició la moda de usar peluca, y por tanto todos los nobles de la corte le imitaban. Poco a poco fueron surgiendo cada vez peinados más sofisticados e imposibles. No había persona de buena familia que no la llevara. Sin embargo, todos sabemos que los hábitos de higiene no han sido los más adecuados hasta las últimas décadas. De hecho, la ropa casi nunca se lavaba, y cuando se hacía, utilizaban una mezcla de urea y ceniza. Esto provocaba que en las costuras de los ropajes se acumularan insectos como pulgas, piojos, liendres y chinches, que pasaban al cabello biológico y dañaban el cuero cabelludo por completo. Rasurar la cabeza y utilizar una peluca «aliviaba» (los piojos no pueden sobrevivir en las pelucas).
Además, las enfermedades venéreas -muy extendidas en aquella época- también provocaban alopecia. Así que muchas personas de clase alta usaban peluca no sólo por seguir la moda, sino para ocultar falta de cabello y por supuesto para disimular un pelo grasiento, sucio o escaso. Con una peluca aparentaban tener una imagen más cuidada. El problema es que nunca se lavaban, pues los elaborados peinados se estropeaban. Desde luego el olor no debía de ser muy agradable. Aunque la moda de llevar peluca empolvada fuera una de las más estilosas de los últimos siglos, desde luego también era una costumbre de lo más insalubre ¡y apestosa!
Fuente de la noticia: http://www.ellahoy.es/ocio/articulo/higiene-en-el-siglo-de-las-luces-lo-que-escondian-las-pelucas/257531/