Os proponemos este juego de agudeza visual o «ilusión óptica»:
¿Qué tienen en común estas seis mujeres?
En realidad tienen todo o nada en común, porque en cada fila se trata de la misma modelo. No son seis mujeres sino dos. Sólo difiere su cabello (llevan pelucas sintéticas). Bien es cierto que el gesto, la iluminación, el fondo y el maquillaje también influye. Pero si a la misma mujer le cambias la ropa y pintalabios pero dejas igual su pelo, la identificarías a la primera sin problemas. ¡Ahora mismo estarás repasando las fotos una por una para ver si estoy tomándote el pelo! Un color, un estilismo o una largura puede echarte o quitarte años. De hecho, en la peluca que podéis ver en el cuadrante inferior izquierdo aparenta tener más de 50 años (bien llevados). Justo en el lado contrario, podría pasar por una veinteañera 🙂
Aunque existe un peinado más adecuado para cada tipo de rostro (no es lo mismo una cara redonda o cuadrada respecto a cómo llevar el pelo), en este post queremos reflejar otra idea: una persona que cambia de color o estilo (favorecedor o no) puede ser irreconocible en un primer momento. ¿Por qué sucede esto? Pues este fonómeno se puede denominar «memoria de rostros y reconocimiento emocional», para lo cual están implicadas varias áreas del cerebro.
Cuando nos encontramos con una persona conocida, percibimos su visión y comparamos de manera automática su cara o características con las huellas de memoria previamente aprendidas y almacenadas de ella (esa sensación de «me suena tu cara, ¿nos conocemos?» o «tú tienes que ser hijo de Lola, te pareces mucho»). Cuando conectamos esta percepción con la huella de memoria, se produce un sentimiento de familiaridad y se activa su reconocimiento. Explicado así tan técnico parece un lío, pero nuestro cerebro lo hace en menos de un segundo.
De hecho, la tarea se lleva a cabo por las unidades de reconocimiento facial que son como un almacén de caras, y establecen la conexión entre lo que vemos (cara) y nuestra memoria. Lo que ha pasado con las fotos de arriba es algo normal. Aunque se trate del mismo rostro (misma mujer), cambia el pelo, cambia la postura y cambia la ropa. Por lo tanto, vuestras unidades de memoria no son lo suficientemente sólidas como para daros cuenta en el primer momento de que lo único que es distinto es la peluca que lleva la modelo. Lo habéis procesado como si se tratasen de seis chicas diferentes.
Si conociérais o hubiérais visto más veces a estas mujeres antes (o si fuera una vecina, compañera de trabajo, amiga…) este truco no habría tenido éxito. Os habríais dado cuenta en seguida de que se trata de la misma persona con distinto pelo. Esto también se aplica a las mujeres que, por cualquier circunstancia, han perdido totalmente su cabello (alopecia universal, quimioterapia…). En ocasiones, aunque se trata de la misma cara, están literalmente irreconocibles durante unos segundos incluso para nosotras mismas cuando nos vemos en el espejo sin pelo por primera vez. Esto es normal, no debe enfadarnos, son trampas de nuestro cerebro. Por eso, muchas mujeres deciden llevar pelucas oncológicas durante la quimio, para no perder su imagen.
El pelo puede realzar nuestras virtudes (un estilo que marque más nuestros pómulos) y ocultar nuestros defectos (un flequillo que oculta una frente muy ancha), pero también potenciarlos para lo bueno y lo malo (un tinte rojo nos echará años encima, mientras que un rubio dulcifica). Lo que no altera para nada son nuestros rasgos: cambies radicalmente de pelo o lo pierdas, siempre vas a tener el mismo rostro; el impacto es para la percepción y los mecanismos de reconocimiento facial.
Para leer sobre qué tipo de peluca, peinado, cortes y tintes elegir según nuestra forma del rostro, click aquí.
Fuente: http://www.uninet.edu/neurocon/congreso-1/conferencias/neuropsicologia-2-2.html
Fuente de la imagen: Pelucas sinteticas Sepia y pelucas sinteticas Gabor